Ezequiel  27, 1-36

Elegía por la caída de Tiro

El Señor me dirigió la palabra: — Por lo que a ti respecta, hijo de hombre, entona una endecha sobre Tiro. Dirás a Tiro, la reina de las rutas del mar, que comercia con los pueblos de las costas lejanas: Esto dice el Señor Dios: Eras, Tiro, un navío de acabada belleza. Tus fronteras se extendían por el corazón del mar º; tus constructores te dotaron de perfecta hermosura. Te construyeron con tablas de cipreses de Senir º; usaron cedro del Líbano para fabricar tu mástil, con encinas de Basán * hicieron tus remos; te pusieron cubierta de ciprés traído de las costas de Quitín º; hecha de lino recamado de Egipto, tu vela te servía de enseña; tu toldo, de púrpura y grana, era de las costas de Elisá º. Los habitantes de Sidón y Arvad º eran tus remeros. Tus expertos, que iban a bordo, hacían de timoneles. Los ancianos de Guebal º, con sus expertos a bordo, reparaban tus averías. Navíos y marineros intercambiaban contigo mercancías. Los de Persia, Lud y Put º se alistaban como soldados en tu ejército; en ti colgaban escudos y yelmos, y así te daban esplendor. º Los de Arvad, con tu ejército, guarnecían el contorno de tus murallas; los de Gamad º custodiaban tus torres. Colgaban sus escudos en torno a tus murallas y hacían de ti un dechado de belleza. Tarsis º era tu cliente, atraída por la abundancia de tus riquezas; a cambio te daba plata, hierro, estaño y plomo. º Javán, Túbal y Mésec º comerciaban contigo; a cambio te proporcionaban esclavos y utensilios de bronce. Los de Bet Togarmá º te daban a cambio caballos de tiro y de competición, así como mulos. También comerciaba contigo la gente de Rodán º; numerosos enclaves marítimos eran clientes tuyos, y a cambio de tus servicios te daban colmillos de marfil y madera de ébano. Edom era cliente tuyo, atraído por la abundancia de tus manufacturas; a cambio te daba malaquita, púrpura, telas recamadas, lino, corales y rubíes. También Judá e Israel comerciaban contigo; a cambio de tus servicios te proporcionaban trigo de Minit º, galletas, miel, aceite y bálsamo. Damasco era cliente tuya, atraída por la abundancia de tus manufacturas y de tus riquezas; a cambio te daba vino de Jelbón y lana de Sajar º. Dan y Javán, desde Uzal º, te proporcionaban hierro forjado, canela y caña aromática. º Dedán º comerciaba contigo en sillas de montar. Arabia y todos los príncipes de Quedar º intercambiaban contigo productos: corderos, carneros y machos cabríos. Los mercaderes de Sabá, Asur, Quilmad y Ramá º comerciaban contigo; te daban a cambio perfumes exquisitos, piedras preciosas de toda clase y oro. Jarán, Cané y Edén º comerciaban contigo en vestidos de lujo, mantos de púrpura, telas recamadas, tapices multicolores y sólidas cuerdas trenzadas. Las naves de Tarsis transportaban tus mercancías º. Te hiciste rica y opulenta, anclada en el corazón del mar. Pero los remeros de tus naves te condujeron a alta mar y el viento del este te destrozó allí, en el corazón del mar º. Tus riquezas, mercancías y fletes, tus marinos, timoneles y calafates, tus agentes comerciales, tus guerreros y toda la tripulación que transportas, se hundirán en medio del mar, contigo, el día que naufragues. Al grito de auxilio de tus timoneles todas las costas se asustarán; entonces desembarcarán de sus naves todos los que empuñan los remos; marineros y hombres de mar se quedarán quietos en tierra. º Lanzarán gritos por ti, acompañados de amargos gemidos; se echarán polvo en la cabeza, se revolcarán en la ceniza; se raparán la cabeza por tu causa, se ceñirán la cintura de sayal; llorarán amargamente por ti, harán un amargo duelo. º Entonarán por ti una elegía, te dedicarán una lamentación: “¿Quién era comparable a Tiro en medio del mar?”. Cuando desembarcabas tus mercancías, saciabas a pueblos numerosos; con tus riquezas y productos abundantes enriquecías a los reyes de la tierra. Ahora, destrozada por las olas, yaces en el fondo del mar º; tu carga y tu tripulación se hundieron junto contigo. Todos los habitantes de las costas quedaron desolados por ti; sus reyes están horripilados, tienen el rostro demudado. Comerciantes de otros pueblos silban asombrados por ti: te has convertido en espanto, has desaparecido para siempre.
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