Hechos 20, 18-35

Cuando estuvieron a su lado, les dijo º: — Ustedes conocen perfectamente la conducta que he observado entre ustedes desde el primer día de mi llegada a la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad, en medio de las angustias y pruebas que me sobrevinieron a causa de las maquinaciones de los judíos. º Nada he callado que pudiera serles de utilidad, y no he dejado de anunciarles el mensaje y de enseñarles en público y en privado. º He instado a judíos y no judíos a convertirse a Dios y a creer en Jesús, nuestro Señor. º Ahora, como ven, me dirijo a Jerusalén impelido por el Espíritu, sin saber a ciencia cierta lo que allí me acontecerá. º Eso sí, el Espíritu Santo me asegura que no hay ciudad en la que no me esperen prisiones y sufrimientos. Por lo que a mi vida respecta, en nada la aprecio. Sólo aspiro a terminar mi carrera y a culminar la tarea que me encomendó Jesús, el Señor: proclamar la buena noticia de que Dios nos ha dispensado su favor º. º Ahora sé que ninguno de ustedes, entre quienes pasé anunciando el reino de Dios, volverá a verme más. Por eso, quiero hoy declarar ante ustedes que tengo la conciencia limpia en relación con lo que les pueda suceder a ustedes. º Nada he callado de cuanto debía anunciarles sobre el plan de Dios. Cuiden de ustedes mismos y de todo el rebaño sobre el que les ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes *. Pastoreen la Iglesia que el Señor º adquirió con el sacrificio de su propia vida. º Sé que después de mi partida se introducirán entre ustedes lobos feroces que no tendrán compasión del rebaño. º De entre sus propias filas surgirán individuos que propagarán falsas doctrinas y arrastrarán a los discípulos tras de sí. Estén vigilantes, por tanto, y recuerden que durante tres años º no cesé de aconsejar día y noche, incluso con lágrimas, a cada uno de ustedes. Ahora los encomiendo a Dios y a su mensaje de amor; un mensaje que tiene fuerza para que todos los consagrados º a Dios crezcan en la fe y alcancen la herencia prometida. º No he apetecido ni dinero ni vestidos de nadie. Bien saben ustedes que, trabajando con mis propias manos, he ganado mi sustento y el de mis compañeros. º Les he demostrado así en todo momento que es preciso trabajar para socorrer a los necesitados, teniendo presente aquella máxima de Jesús, el Señor: “Más dicha trae el dar que el recibir º”.
Ver contexto