Apocalipsis  10, 1-11

Vi también a otro ángel poderoso, que bajaba del cielo envuelto en una nube, con el arcoiris sobre su cabeza. Su rostro era como el sol y sus piernas parecían columnas de fuego. Llevaba en su mano un librito abierto*. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, y gritó con voz poderosa, como ruge el león. Cuando gritó, siete truenos dejaron oír su estruendo*. Apenas los siete truenos dejaron oír su estruendo, me disponía a escribir; pero oí una voz del cielo que decía: «Sella lo que han dicho los siete truenos y no lo escribas*.» Entonces el ángel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra levantó al cielo* su mano derecha y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y cuanto hay en él: «¡Ya no habrá dilación! Cuando lleguen los días en que se oiga la voz del séptimo ángel, cuando se ponga a tocar la trompeta, se habrá consumado el misterio de Dios*, según lo había anunciado como buena nueva a sus siervos los profetas.» La voz del cielo que yo había oído me habló otra vez y me dijo: «Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra.» Fui hacia el ángel y le pedí que me diera el librito. Me respondió: «Toma, devóralo. Te amargará las entrañas, pero te sabrá dulce como la miel.» Tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré; y sentí en mi boca el dulzor de la miel. Pero, cuando lo comí, se me amargaron las entrañas*. Entonces me dicen: «Tienes que profetizar otra vez contra numerosos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»
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