Daniel  3, 1-7


La estatua de oro
Is 43,2; 2 Mac 7

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de treinta metros de alto por tres de ancho, y la colocó en la llanura de Dura, provincia de Babilonia. Mandó convocar a los gobernadores, ministros, prefectos, consejeros, tesoreros, letrados, magistrados y autoridades de provincia para que acudieran a la inauguración de la estatua que había erigido el rey Nabucodonosor. Se reunieron los gobernadores, ministros, prefectos, consejeros, tesoreros, letrados, magistrados y autoridades de provincia para la inauguración de la estatua que había erigido el rey Nabucodonosor, y mientras estaban de pie frente a ella, el heraldo proclamó con voz potente: – A todos los pueblos, naciones y lenguas: cuando oigan tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, se postrarán para adorar la estatua que ha erigido el rey Nabucodonosor. El que no se postre en adoración será inmediatamente arrojado dentro de un horno de fuego ardiente. Así, pues, cuando los diversos pueblos oyeron tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron adorando la estatua de oro que Nabucodonosor había erigido.
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