II Samuel  1, 10-10

Me acerqué a él y lo maté, pues sabía que no podría vivir después de su caída; luego tomé la diadema que tenía en su cabeza y el brazalete que tenía en el brazo y se los he traído aquí a mi señor.»
Cuarenta años tenía Isbaal, hijo de Saúl, cuando fue proclamado rey de Israel; reinó dos años. Solamente la casa de Judá siguió a David. que quitaría la realeza a la casa de Saúl y levantaría el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Berseba.» Al que me anunció que Saúl había muerto, creyendo que me daba buena noticia, lo agarré y ordené matarlo en Sicelag, dándole este pago por su buena noticia; David iba medrando y Yahvé, el Dios Sebaot, estaba con él.
Y no quiso llevar el arca de Yahvé junto a sí, a la Ciudad de David, sino que la hizo llevar a casa de Obededón, el de Gat. Fijaré un lugar a mi pueblo Israel y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no seguirán oprimiéndolo como antes, y envió a su hijo Jorán al rey David para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba en guerra con Hadadézer. Traía Hadorán vasos de plata, oro y bronce. Cultivarás para él la tierra tú, tus hijos y tus siervos, y se lo llevarás a la familia de tu señor para que pueda comer. Mefibóset, el hijo de tu señor, comerá siempre a mi mesa.» Tenía Sibá quince hijos y veinte siervos. Puso el resto del ejército al mando de su hermano Abisay y lo ordenó en batalla frente a los amonitas. Avisaron a David: «Urías no ha bajado a su casa.» Preguntó David a Urías: «¿No vienes de un viaje? ¿Por qué no has bajado a tu casa?» Pues bien, nunca se apartará la espada de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado la mujer de Urías el hitita para mujer tuya.
Entonces Amnón dijo a Tamar: «Tráeme la comida a la alcoba para que coma de tu mano.» Tomó Tamar los buñuelos que había hecho, se los llevó a su hermano Amnón a la alcoba El rey dijo: «Si alguno todavía te dice algo, hazle venir y no te molestará más.» Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo: «Cuando oigáis el sonido del cuerno, decid: ¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón!» Respondió el rey: «¿Qué tengo yo con vosotros, hijos de Sarvia? Deja que maldiga, pues si Yahvé le ha dicho: “Maldice a David” ¿quién le puede decir: “Por qué haces esto”?» Y sucederá que incluso los más valientes, cuyo corazón es como corazón de león, perderán el ánimo, porque todo Israel sabe que tu padre es esforzado y que son valerosos los que están con él. Lo vio un hombre y se lo avisó a Joab diciendo: «He visto a Absalón colgado de una encina.» Y todo el pueblo discutía en todas las tribus de Israel diciendo: «El rey nos libró de nuestros enemigos y nos salvó de manos de los filisteos y ahora ha tenido que huir del país, lejos de Absalón. Amasá no se fijó en la espada que Joab tenía en su mano; éste le hirió en el vientre y se esparcieron sus entrañas por tierra. No tuvo que repetir para matarlo. Luego Joab y su hermano Abisay continuaron la persecución de Seba, hijo de Bicrí.
Rispá, hija de Ayá, tomó un sayal y se lo tendía sobre la roca desde el comienzo de la siega hasta que cayeron sobre ellos las lluvias del cielo; no dejaba que se pararan junto a ellos las aves del cielo por el día ni las bestias del campo por la noche. Inclinó los cielos y bajó,
con espeso nublado a sus pies;
Pero él se levantó y atacó a los filisteos hasta que se le crispó la mano y se le quedó pegada a la espada; aquel día obró Yahvé una gran victoria; el ejército volvió sobre sus pasos, pero sólo para apoderarse de los despojos.
La peste y el perdón divino.
Después de haber hecho el censo del pueblo, le remordió a David el corazón y dijo David a Yahvé: «He cometido un gran pecado. Pero ahora, Yahvé, perdona, te ruego, la falta de tu siervo, pues he sido muy necio.»
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