Jeremías  52, 4-16

Y sucedió que el año nono de su reinado, el décimo mes, el diez del mes, vino Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército contra Jerusalén, la cercó, levantó fortificaciones contra ella en derredor, y estuvo sitiada la ciudad hasta el año undécimo del rey Sedecías. El mes cuarto, el nueve del mes, se apoderó el hambre de la ciudad, y no había en ella nada que comer. Abrieron brecha en los muros, y todos los hombres de guerra huyeron, saliendo de la ciudad de noche, por el camino de la puerta entre ambos muros, que está junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad. Tomaron el camino que conduce al Araba. El ejército caldeo persiguió al rey, dándole alcance en los llanos de Jericó, y todas sus tropas le abandonaron y se dispersaron. Apresaron al rey y le llevaron ante el rey de Babilonia, en Ribla, en la tierra de Jamat, donde le juzgó. El rey de Babel hizo degollar a los hijos de Sedecías a la vista de éste, e igualmente a los grandes de Judá, en Ribla. A Sedecías le hizo sacar los ojos y le cargó de cadenas de bronce para conducirle a Babilonia, donde le tuvo encarcelado hasta el día de su muerte. El quinto mes, el día diez del mes, el año decimonono de Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino Nabuzardán, jefe de la guardia real, ministro del rey de Babilonia, a Jerusalén, y puso fuego al templo, y al palacio del rey, y a todas las casas de Jerusalén, quemando principalmente todas las casas grandes, y el ejército de los caldeos que estaba con el jefe de la guardia arrasó toda la muralla que rodeaba a Jerusalén. El resto del pueblo que había quedado en la ciudad, los prófugos que se habían pasado al rey de Babilonia y el resto de los artesanos los llevó Nabuzardán, jefe de la guardia, dejando sólo los pobres de la tierra, viñadores y labradores.
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