Salmos 21, 2-14

En tu poder, ¡oh Yahvé! se goza el rey. ¡Cuan jubiloso está de tu socorro! Le diste cuanto su corazón deseaba, no le negaste la petición de sus labios. Seldh. Más bien te adelantaste con faustas bendiciones y pusiste en su cabeza la diadema de oro puro. Te pidió vida, y se la diste: días que se prolongan para siempre jamás. Por tu protección es grande su gloria, le has revestido de esplendor y magnificencia. Tú le otorgas bendiciones para siempre y le colmas de alegría ante tu faz. Porque en Yahvé confía el rey, y por el favor del Altísimo permanecerá inconmovible. ¡Que tu mano alcance a todos tus enemigos y que tu diestra sorprenda a cuantos te aborrecen! Tú los pondrás como en un horno de fuego en el día de tu faz: Yahvé los consumirá en su ira, el fuego los abrasará. Borrarás de la tierra su progenie, su descendencia de entre los hijos de los hombres, Si algo malo trazan contra ti, si maquinan engaños, no prevalecerán. Les harás volver el dorso, tendiendo contra su rostro las cuerdas de tu arco. ¡Ensálzate, Yahvé, en tu fortaleza! ¡Cantemos y celebremos tus proezas!
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