Diccionario Espiritual
© 1997 PPC, Editorial y Distribuidora, S.A.

Voluntariado

El voluntariado es una elección. Es la opción de aquel que oye el grito de los oprimidos, ve la indigencia de los pobres y siente la necesidad de encarnarse en la historia: «He visto la aflicción de mi pueblo». Tiene, por un lado, la carga profética de toda denuncia de la injusticia, de la miseria, de los condicionamientos, de la inhumanidad de tantas estructuras y de tantos hombres, que en dichas estructuras han cristalizado el mal y la opresión de los otros. Por otro lado, tiene también el sentido de invitar a todos —no con discursos, sino mediante el testimonio— a encontrar un camino, un poco de aliento, una esperanza: cosas que son tanto más válidas en el voluntariado, cuanto más se mueve por sendas nuevas, no trilladas, cuando incluso tiene que descubrirlas e inventarlas. Por tanto, es un acto de confianza en el hombre y para el hombre, un acto que no se limita a adaptarse a unas estructuras más cómodas y más visibles, pero a menudo inadecuadas. Desde este punto de vista, el voluntariado constituye también un espacio nuevo para los hombres de nuestro tiempo, especialmente para los jóvenes. Si se habla de un mundo nuevo es porque hay problemas nuevos que antaño no existían y para los que, por tanto, es inútil buscar soluciones concretas en el pasado. Y para todo esto hace falta lanzar gritos de esperanza y abrir espacios de vida y de acción. El voluntario lo sabe y es consciente de que está pisando caminos nuevos y que tiene que saber distinguirlos.

Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997