Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
8. La suerte de los muertos.
Contumacia y falsa confianza en la ley.
Varios son los oráculos que integran este capítulo. Primeramente el autor continúa hablando de la suerte de las víctimas de la gran matanza, pasando después a destacar la pertinacia de Israel en su apostasía y rebelión, terminando con una diatriba contra los que confían indebidamente en la Ley.
Exhumación de los huesos de los jefes de Judá (1.-3)
1 En aquel tiempo oráculo de Yahvé sacarán de sus sepulcros los huesos de los reyes de Judá, los de sus príncipes y sacerdotes, los de los profetas y los de los habitantes de Jerusalén, 2 y los esparcirán al sol, a la luna y a toda la milicia celestial, que ellos amaron, y a la que sirvieron, tras de la cual se fueron, y que consultaron y adoraron; nadie los recogerá ni sepultará; serán como estiércol sobre la superficie de la tierra. 3Cuantos restos de esta mala generación sobrevivan preferirán la muerte a la vida en todos los lugares a que los arrojé, oráculo de Yahvé de los ejércitos. La mortandad de que se habla en el capítulo anterior adquiere mayores caracteres de catástrofe ahora, pues ni siquiera se pretende dejar tranquilos a los muertos, y por eso se les priva de sepultura, de forma que no puedan llevar una vida tranquila en la región de los muertos o seol. Además, en este pasaje concreto de Jeremías,el exponer los restos mortales de los
reyes de Juda y sus príncipes., (v.1) tiene un carácter irónico, ya que los
huesos de éstos se exhibirán como
ofrendas al aire libre
al sol, a la luna y a toda la milicia celeste (v.2), a los que en otro tiempo dieron culto. De nada les servirán sus dioses astrales para librarlos de esta situación afrentosa de estar fuera de sus sepulcros.
Pero los malvados que sobrevivan a la catástrofe no estarán en mejor condición que los caídos, pues se verán condenados a una existencia miserable y desearán la
muerte (v.5), porque serán arrojados por Yahvé fuera de su patria, en situación de esclavos de los invasores.
Contumaz rebeldía de Israel (4-7).
4 Y les dirás: Así dice Yahvé: ¿Por ventura quien cae no hace por levantarse? ¿Quién se desvía no vuelve? 5 ¿Por qué, pues, la rebeldía de este pueblo, Jerusalén i, y su aversión? Se ha aferrado a la mentira y rehusa convertirse. 6 Yo estoy atento y escucho; no hay quien hable rectamente, nadie que se arrepienta de su maldad, diciendo: ¿Qué es lo que he hecho? Todos corren desenfrenadamente su carrera, como caballo lanzado impetuosamente a la batalla, 7 La cigüeña en el cielo conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla guardan los tiempos de sus migraciones, pero mi pueblo no conoce el derecho de Yahvé! La conducta de Israel es necia y sin sentido, más irracional que la de los mismos animales, pues se obstina, contra todo buen sentido de conservación, en seguir los caminos que le conducen a la perdición. Todo el que
cae procura
levantarse, y el que
se desvía intenta rectificar su camino volviendo sobre sus pasos (v.4). Pero Jerusalén, en su estulticia, no reconoce que está descarriada, y está aferrada a sus desvaríos, a la
rebeldía (v.5) y a la
mentira. Por eso su situación es desesperada, ya que no reconoce su situación:
rehusa convertirse (v.5b). La situación de la sociedad israelita es deprimente desde el punto de vista moral. El profeta, como centinela de su pueblo, está atento a su conducta:
yo estoy atento y escucho, (v.6), y ha llegado a una triste consecuencia: el mal está tan generalizado que no hay
quien hable rectamente ni reconozca su mala conducta con un sincero arrepentimiento de su
maldad. Nadie hace un acto de examen de conciencia,
diciendo: ¿Qué he hecho? (v.6b). La falta de escrúpulos en materia de moral social hace que todos corran sin miramientos apresuradamente, como
caballo lanzado a la batalla (v.6c), tras su
carrera, negocios y placeres.
Esta conducta inconsciente y ciega de Israel, que no quiere reconocer lo que le conviene, contrasta con los instintos de las aves, como la
cigüeña, la golondrina., que se atienen a lo que les conviene y
guardan los tiempos de sus migraciones (v.7). Israel debía tener un instinto religioso, formado por la experiencia de su historia, para saber dónde está lo que le conviene, que no es otra cosa que vivir en torno a Yahvé, que le protege y le ayuda cuando le es fiel. El símil es paralelo al de
Isa_1:3 : conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no tiene conocimiento. En realidad, la obcecación del
pueblo elegido no le permite conocer
el derecho de Yahvé, es decir, sus preceptos y exigencias, que deben regular la vida de Israel para que éste sea feliz y prospere en todos sus caminos.
Falsa confianza en la Ley (8-13).
8¿Cómo os decís: Somos sabios y la Ley de Yahvé está con nosotros? Ciertamente la convirtieron en mentira las mentirosas plumas de los escribas. 9Han sido confundidos los sabios, avergonzados, cogidos. He aquí que desecharon la palabra de Yahvé; ¿qué sabiduría les queda? 10 Por eso daré sus mujeres a extraños, sus campos a otros propietarios, porque, desde el pequeño al grande, todos se llenaron de rapiñas; desde el profeta al sacerdote, todos se dieron al fraude, 11y curaban las llagas de mi pueblo a la ligera, diciendo: Paz, paz, cuando no había paz. 12 Serán confundidos, porque hicieron abominaciones y no se avergonzaron, río conocen siquiera la vergüenza; por eso caerán con los caídos, al tiempo de la cuenta tropezarán, dice Yahvé. 13Los aniquilaré oráculo de Yahvé ; no quedará racimo en la viña ni higo en la higuera, y se marchitarán las hojas, y les daré (gentes) que los trasladen 2. La presunción hipócrita de los israelitas, que blasonan de la Ley de Yahvé, es un título más que los hace dignos del castigo. Se creían que, cumpliendo la materialidad de la Ley en lo referente al culto, se hallaban a salvo del castigo divino 3. La reforma de Josías había contribuido a que el culto volviera a ser esplendoroso, y esto había creado un clima de falsa confianza. Los
escribas, o peritos de la Ley, habían contribuido a ello, dando sólo importancia a lo puramente externo y cultual de la Ley:
la convirtieron en mentira las plumas de los escribas (v.8b). Los
escribas, en la época anterior al exilio, eran los funcionarios de la corte y secretarios de los tribunales. Aquí en Jeremías es sinónimo de dirigente del pueblo, responsable de la desorientación general, y, sobre todo, de esa falsa confianza en el cumplimiento superficial de la Ley de Yahvé. La enseñanza de la Ley pertenecía sobre todo a los sacerdotes y levitas 4; pero también los copistas de la Ley fueron tomando parte en el adoctrinamiento del pueblo, terminando por ser los especialistas de la Ley en la época rabínica inmediatamente anterior a Cristo. Algunos comentaristas quieren ver en la frase
la convirtieron (la Ley) en mentira las plumas de los escribas (v.8b) una alusión a su posición frente a la reforma de Josías, basada en el libro de la Ley hallado por los sacerdotes en el templo. Aquí, según éstos, les echaría en cara a los
escribas que ellos habían falseado la Ley verdadera de Dios, presentando una nueva como si fuera mosaica. Pero no hay ninguna insinuación de que Jeremías se opusiera a dicha reforma de Josías. Lo que aquí dice es que falsean el contenido de la Ley divina al exigir sólo lo accidental, haciendo creer al pueblo que con ello podía estar tranquilo. La Ley no podía ser como un talismán mágico para evitar la ira divina,
sin obrar conforme a su espíritu, como tampoco la presencia del templo en la Ciudad Santa era una garantía absoluta contra la destrucción de la misma 5.
Los hechos mostrarán que estas enseñanzas de los sabios o escribas no son verdaderas y quedarán
confundidos, avergonzados y tomados (v.8a). La palabra sabios aquí es irónica. Los escribas, que se creían sabios, se convencerán que son ignorantes al desechar la
palabra de Yahvé, es decir, los oráculos de Jeremías, denunciando la falsa situación de confianza predicada por ellos, y la
verdadera Ley de Dios que es la
sabiduría verdadera de Israel 6. Al falsear la Ley han perdido dicha
sabiduría (v.8). Han preferido sus puntos de vista humanos a las exigencias estrictas y claras de la Ley, que eran la guía de su pueblo, y por eso
han sido confundidos, al ver que a la hora de la prueba nada ha resultado conforme a sus enseñanzas presuntuosas de sabios.
Esto está clamando por la intervención de la justicia divina, que no puede tolerar más una situación tan falsa:
por eso daré sus mujeres a extraños. (v.10). Es la predicción de la invasión enemiga y la derrota de los confiados israelitas. Y todo como consecuencia de la inmoralidad general reinante:
desde el pequeño al grande., etc. (v.10b). La frase es casi idéntica a 6:13-15, donde parece tener su lugar propio. La clase dirigente (profetas falsos y sacerdotes) son los responsables de este falso clima de seguridad:
curaban las llagas de mi pueblo diciendo: Paz, paz (v.11). En sus conveniencias de halagar al pueblo en sus caminos fáciles, les decían que no había peligro de guerra, confiando en sus alianzas diplomáticas; pero la realidad es muy otra, y el castigo llegará. Cuando llegue la hora del castigo divino,
caerán con los caídos en la mortandad general del valle de Ben-Hinnom, de que se hablaba en el capítulo anterior.
La ira divina desatada amenaza aniquilar al pueblo israelita, porque no encuentra nada de bueno en él.7. Israel es presentado en la literatura profética como una viña que no da fruto, en contra de las esperanzas de Yahvé 8. Es el caso de ahora:
no queda racimo en la viña ni higo en la higuera, y se marchitan las hojas (v.13a); por eso Yahvé los entregará a los enemigos:
y los daré a (
gentes)
que los trasladen en cautividad. Otros interpretan el versículo en el sentido de que Yahvé anuncia una destrucción completa de Israel: no
quedará racimo en la viña. Pero esto parece en contradicción con la doctrina del resto salvado, que es común a Jeremías y a otros profetas. Por otra parte, la alusión en la última frase a la deportación indica que no todos perecerán.
La invasión devastadora (14-17).
14 ¿Por qué nos estamos sentados? Reunios, vayamos a las ciudades amuralladas y perezcamos allí, pues Yahvé, nuestro Dios, nos va a aniquilar, nos ha dado a beber agua de adormideras por haber pecado contra EL 15 ¡Esperábamos la paz, y no ha habido bien alguno; el tiempo de curación, y he aquí el pavor! 16 Ya se oye desde Dan el relinchar de los caballos, Al estruendo de los relinchos de sus corceles, tiembla la tierra toda. Ya vienen a devorar la tierra y cuanto hay en ella, la ciudad y cuantos la habitan. 17Pues he aquí que voy a enviar contra vosotros serpientes, víboras, contra las que no hay conjuro posible, y os morderán, oráculo de Yahvé. Ahora el pueblo se percata de la inminencia de la invasión devastadora y, por instinto de conservación, quiere huir a las
ciudades amuralladas. Cree que estar en la campiña resulta suicida:
¿por qué nos estamos sentados? (v.14). Esa actitud pasiva de expectación, sin decidirse a la huida, es comprometedora; por eso se animan mutuamente:
reunios, vayamos a las ciudades amuralladas; aunque tienen la convicción de que no hacen sino retardar la hora de la muerte:
perezcamos allí. Están convencidos de que aun las ciudades amuralladas nada pueden hacer contra los invasores, pues éstos son instrumentos de la justicia divina:
pues Yahvé nos va a aniquilar (v.14b). El ejército invasor es tan mortal como el
agua de adormilares que ahora, por decisión divina, se ven obligados a beber. Todas las falsas esperanzas anunciadas por los falsos profetas relativas a la paz han resultado fallidas:
¡Esperábamos la paz, y no ha habido bien alguno! (v.16).
Creían que todo se iba a arreglar bien (
el tiempo de la curación, v.15), conforme a los arreglos políticos que predicaban, y el resultado ha sido la catástrofe y el
pavor, como consecuencia de la invasión 9. Llegan los ecos de la incursión del ejército enemigo por el norte:
ya se oye desde Dan el relinchar de los caballos (v.16a). Como consecuencia,
tiembla la tierra toda, es decir, la Palestina invadida.
Los invasores son tan perniciosos como
serpientes venenosas (v.17a), contra las que no hay remedio. A las serpientes se las puede hacer frente con conjuros mágicos (probable alusión a
Num_2:6), pero al ejército babilonio no hay medio de salirle al paso en su avance arrollador:
contra los que no hay conjuro posible (v.17b); por eso irremisiblemente sufrirán sus exacciones: os
morderán.
Profundo pesar del profeta por la suerte de su pueblo (18-23).
18 Mi mal es sin remedio 10, mi corazón desfallece. 19He aquí el grito de angustia de la hija de mi pueblo desde lejana tierra. ¿No estaba por ventura en Sión Yahvé? ¿No estaba en ella su rey? ¿Por qué, pues, provocaron mi ira con sus ídolos, con dioses extraños? 20 Pasó la siega, se concluyó el otoño, y no hemos sido salvados. 21 Estoy quebrantado por el quebranto de la hija de mi pueblo, estoy cubierto de luto, se ha apoderado de mí el espanto. 22¿Por ventura no había bálsamo en Galaad ni había médicos allí? ¿Cómo, pues, no surgió la curación de la hija de mi pueblo? 23 ¡Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, y mis ojos fuentes de lágrimas, para llorar día y noche las llagas de la hija de mi pueblo! En este fragmento se cambian constantemente los interlocutores. No está claro si las frases han de atribuirse directamente a Dios, al profeta y aun al pueblo. La frase del v.18 puede muy bien ser una continuación de la confesión hecha por el pueblo anteriormente y continuada aquí. La situación es desesperada: Mi
mal es sin remedio (v.18). Pero puede también entenderse como introducción a la frase siguiente, proferida por Jeremías en nombre de Yahvé:
mi corazón desfallece. el grito de la hija de mi pueblo (v. 19). El profeta asiste en espíritu a la tragedia de su pueblo, errabundo en el exilio después de la caída de Jerusalén, dando gritos
de angustia desde lejana tierra (v.19a). La expresión
hija de mi pueblo, aplicada a Jerusalén y Judá, tiene un tono afectivo de ternura. El profeta o el pueblo no pueden hacerse a la idea de esta tragedia, pues todavía está en Jerusalén su
rey Yahvé: ¿No estaba por ventura en Sión Yahvé., su
rey? (v.16b).
La presencia de Yahvé en su templo de Sión era como una garantía de la permanencia de su pueblo. Los deportados parecen estupefactos por lo que les ha pasado: ¿No
estaba por ventura en Sión
Yahvé? La respuesta de Yahvé da la explicación de lo sucedido:
¿Por qué provocaron mi ira con sus ídolos? (v.19c).
Sigue hablando el pueblo o el profeta en su nombre. El tiempo va pasando, sin que llegue la hora de la salvación:
pasó la siega, se concluyó el otoño, y no hemos sido salvados (v.20). La frase parece tener un aire de proverbio, para indicar las distintas fases de una esperanza fallida. Los agricultores, cuando la
siega de los cereales ha sido deficiente, esperan compensar el contratiempo con una buena cosecha de frutos en otoño, y viven con esta esperanza. Así, los israelitas exilados han esperado en varias ocasiones la intervención salvadora de Dios, pero no ha llegado:
no hemos sido salvados. Por ello, la decepción ha sido total.
El profeta siente más que nadie esta situación de angustia de su pueblo, y sabe el futuro que les espera en el destierro babilónico:
estoy quebrantado por el quebranto de la hija de mi pueblo (v.21).
La herida que sufre Judá
(la hija de mi pueblo) es tan profunda, que no bastan los remedios ordinarios para curarla: ¿No
había bálsamo en Galaad ni médicos? (v.22). Galaad era famosa por sus bálsamos, que se empleaban para todas las epidemias n. La frase
bálsamos de Galaad tiene, pues, aire de proverbio: las mejores medicinas, como las hechas con
bálsamos de Galaad, eran insuficientes para curar a Sión, porque el castigo viene de Yahvé directamente. Por tanto, no era posible
la curación de la hija de mi pueblo. La frase del profeta tiene un sentido irónico: los remedios que han querido poner a las desgracias de Jerusalén han sido inútiles. Todas las alianzas políticas con otras naciones no han servido para salvarla de la catástrofe.
Después de poner el dedo en la llaga fustigando la conducta de Israel, el profeta abre su corazón herido y muestra el profundo pesar que le causa la tragedia que viene sobre su pueblo.
¡Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, y mis ojos fuentes de lagrimas! (v.23). La vida de Jeremías ha sido un continuo duelo por la suerte de su pueblo. Por eso, muchos Padres han considerado al profeta de Anatot como el tipo de Jesús llorando por la Ciudad Santa 12.